viernes, 30 de septiembre de 2011

After Life, de Hirokazu Koreeda

A raíz de la publicación en CinemaNet de esta interesante crítica de mi amiga María Iserte, recupero un texto que escribí hace tiempo para la asignatura de Crítica. Se trata de un mero apunte, por lo que para un mayor análisis de la película recomiendo leer la citada crítica.

After Life (Hirokazu Koreeda, 1998) parte de una de las premisas más extrañas que ha dado el cine: ¿si tuviésemos que elegir un sólo recuerdo de nuestra vida, con cuál nos quedaríamos? Este punto de partida, en manos de otro director podría haber dado pie a una película totalmente distinta, más estrambótica, sensiblera o deslavazada. Sin embargo, Koreeda construye con esta idea una película totalmente atípica y extraña, pero coherente en su lógica interna.


La película está planteada como una curiosa mezcla entre el fantástico más inverosímil y el realismo más radical. Partiendo de la anterior premisa, el director imagina una institución encargada de guiar a todos los fallecidos en la difícil tarea de escoger un único momento de su vida como el más representativo o el más feliz de todos. Tienen un límite de tres días para elegirlo, y los sacrificados funcionarios se las ven y se las desean para que todos elijan su recuerdo a tiempo. Después se encargan de filmar una recreación del recuerdo para que cada fallecido vea su recuerdo y este se convierta en lo único que recuerden durante su nueva vida en el cielo. Si el punto de partida ya es extraño de por sí, no sé ni cómo calificar la idea de que sea una oficina, con sus reglamentos y su burocracia, la destinada a este trabajo.

Todo esto conforma la parte fantástica del film. La realista, por otra parte, viene de la mano tanto del estilo de filmación, como del trabajo de personajes. Exceptuando algunas secuencias más movidas, la cámara registra todo con una calma y una paciencia dignas de la gran tradición de cine japonés. Encuadres cuidados, que dejan respirar a los actores y transmiten tranquilidad. Y que al mismo tiempo que parecen querer registrar la melancolía por el paso del tiempo suponen un intento por atrapar esa fugacidad temporal con la materia fílmica.



El modo de acercarse a los personajes, de componerlos, en definitiva, de dirigirlos, se aleja por completo de lo que la premisa podría sugerir. Koreeda pretende darles vida propia, y no se limita a armar una película atada a la trama fantástica. Esta es casi una excusa para profundizar en distintos aspectos de las relaciones humanas: la capacidad de olvidar, el valor que tienen los recuerdos en nuestras vidas, el dolor que puede suponer hacer balance de lo vivido, con todas las preguntas que plantea (aciertos, fracasos, dudas…).

En definitiva, una película atractiva e interesante, que supone una de las apuestas más sugerentes que he visto en mucho tiempo.

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