jueves, 1 de diciembre de 2011

"This movie made me happy every moment I was watching it"

Apasionante, divertida, sorprendente, entretenida, cálida… Toda esta lista de adjetivos sirve para describir una de las delicias del año. Una película sencilla y sin grandes pretensiones, sin grandes despliegues técnicos, con una fotografía y una edición muy discreta, más cercana a la de un reportaje televisivo que a la de una superproducción de Hollywood. Y sin embargo, la película es una maravilla.

Me refiero, señoras y señores, a un pequeño documental titulado ‘Bill Cunningham New York’ (2010), dirigido por Richard Press y estrenado en 2011 en algunas salas de Estados Unidos. “¿Y por qué tanto alboroto?”, se preguntarán. “¿Qué tiene de especial?” Pues lo de siempre, amigos. Tiene lo que todas las buenas películas, algo difícil de conseguir, pero que es y siempre ha sido la base de todo este tinglado del cine: una buena historia.


Una buena historia, muy bien contada, que tiene la buena fortuna de contar con uno de los personajes más carismáticos que he visto en pantalla en mucho tiempo. Este personaje, no es otro que el propio protagonista de la cinta, que no es alguien ficticio, sino una persona de carne y hueso. El Bill Cunningham del título es un fotógrafo de The New York Times que ha dedicado toda su vida a documentar la moda en Nueva York. “¿Moda? ¿Todo este rollo para un documental sobre moda? ¡Anda y que te den!” Vale, ustedes se lo pierden.

Les aseguro que mi interés en el mundo de la moda nunca ha sido muy elevado. Se lo dice alguien que no aguanta en una tienda más de cinco minutos. Pero sí, señores, la película trata el mundo de la moda: la moda de las pasarelas y las fiestas de alta sociedad, pero sobre todo, la moda de la calle, eclética, variada y sorprendente. Aunque en realidad es mucho más que eso, es el retrato de un hombre enfrentado a un sueño. Una persona humilde y sencilla que sin embargo ha tenido el coraje de dedicar su vida entera a trabajar en lo que quiere, sin dejarse pisotear por nadie.


Para los que sigan escépticos y se guíen por cosas tan absurdas como los premios y las votaciones (como un servidor), les diré que la película se alzó con el galardón al mejor documental en unos cuántos festivales, que está nominado a mejor documental en la 27ª Edición de los Independent Spirit Awards, que tiene un 7’9 en FilmAffinity, un 8’1 en IMDb, y repite puntuación en Rotten Tomatoes, con un 98% de aceptación crítica.

En sus manos queda. Sólo diré, para terminar como empecé, que suscribo totalmente las palabras del crítico Rogert Ebert, de las que me he servido para titular esta reseña. Y espero, que si tienen la fortuna de hacerse con la película, también les haga felices cada momento que estén viéndola.



NOTA: las puntuaciones señaladas están sujetas al voto de los usuarios, con lo que pueden variar con el tiempo y el número de votos.

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