De entre los recientes estrenos
de estas semanas la última cinta de Cronenberg destaca por haber pasado de
puntillas, quizás más de puntillas de lo que debería para un director de su
talla. Puede que influya el retraso en su estreno (el que quería verla, ya la
había visto por otras vías), puede que el público se haya dejado llevar por las
duras críticas que recibió en Cannes, o simplemente que a la peña no le
apetezca ver el careto a Robert Pattinson. Doy por hecho, quizás injustamente,
que a los seguidores de la saga vampírica les traía al pairo esta peli. No me
quiero ni imaginar la cara de aquel fan de Crepúsculo que haya ido al cine sólo
por ver al actor protagonista.
La percepción generalizada de
Cosmópolis es que es un bodrio de película. Lenta, aburrida, extraña, con unos
diálogos antinaturales y una trama desquiciada. Vamos, que no hay por donde
cogerla. En cambio, en el extremo opuesto, parte de la crítica más, por decirlo
de alguna manera, intelectual, ha visto en ella una especie de piedra Rosetta
de la actualidad. Poco más o menos que LA película sobre la crisis. Y la verdad
es que ambas partes tienen razón… y no la tienen.
Cosmópolis no es una película
fácil de ver (al menos, según qué hábitos cinéfilos tenga cada uno). Va a contracorriente.
Da al espectador muy poco a lo que agarrarse. Es fría, intelectual, antinatural
e ininteligible. Pero creo que esto no debe ser obstáculo para su disfrute. Es
más, se agradecen películas que no nos den todo masticado, que nos hagan
pensar, dudar, reflexionar sobre lo que estamos viendo y que nos hagan exclamar
cada dos o tres segundos: “¡pero qué coño es esto!” Ahora bien, ¿dónde están
los límites? ¿Existen?
No he leído la novela que adapta, pero en todos los sitios concuerdan en lo fiel que es a su esencia y a sus diálogos, diálogos que por otra parte ni suenan naturales ni lo pretenden, ya desde el mismo libro. Así lo reconoce el director en una entrevista publicada en Caimán. Cuadernos de Cine. Ahí, el director hace una interesante observación: los diálogos en las películas no son naturales, nunca lo son. Podrán sonar más o menos naturales, pero siempre hay una estilización. Esto es algo lógico que se aprende ya desde la primera clase de guion. Una conversación corriente en una cafetería tiene más que ver con Tiro en la Cabeza que con una película mainstream al uso. Tienes que acortar e ir al grano. En Cosmópolis también lo hacen, pero en vez de optar por un estilo naturalista lo hacen por una vía más abstracta y conceptual.
Y eso es lo que es la película a
fin de cuentas, una mirada abstracta y conceptual a los porqués de la crisis.
Esto que en el fondo es su principal razón de ser es lo que me parece termina
lastrando a la película. Ya que de tan conceptual y abstracta da la impresión
de que lo único que importa es la idea, la tesis a demostrar, los males de la
crisis vienen causados por tipos enjaulados en urnas de cristal, alejados del
contacto de las personas con cuyo dinero juegan todos los días. Y para
demostrar esto, no estoy seguro de que el cine sea el mejor modo de hacerlo.
¿Opiniones?
No hay comentarios:
Publicar un comentario